Tuvo que ser Bowie
We can be heroes just for one day


De niño me causaba mucha sospecha. De ese tipo de sospechas de las que hablamos con interés permanente; las mismas que le causan tedio y fastidio a quienes lo platicamos con repetitividad intermitente e ininterrumpida. Sí, era un niño en los setentas, no importaba si no existía atención de ningún lado o tipo. No la evitaba y prefería la soledad que me permitía movimiento. El que nadie me dijera nada de David R. Jones, me generó todas las dudas que me llevaron a entender que no era de este terrario y sí, legítimamente, venía de las estrellas. Tampoco era que no me quisieran contar de él. Mi hermana, no dejaba de escuchar funky town, música disco o a Diego Verdaguer, que por ese tiempo era lo que atrapaba a muchos. Mamá, pues ella vivía en un mundo de complicados elementos y circunstancias que hicieron que le odiara por todo; No hace mucho y en un momento de libertades emocionales y espirituales para ambos, le pregunté si lo conocía. Me dijo: No lo recuerdo y tampoco me suena, ¿Quién es?. Ante tal tipo de respuesta y pregunta, el resultado sería explicar algo que, no tiene inicio porque comienza con el fin, y el final es parte del cuerpo y clímax de las historias trascendentales; de las partes centrales, pues sólo decir que son fragmentos aleatorios que van en un orden que no tiene sentido. Me escapé de esa pregunta invitándola a almorzar.

No era de esperarse pero abandoné todo esfuerzo por encontrar cualquier cosa que me llevara hacia David Jones. Ni yo me lo culpo, en el 1982 había un mundo de cosas por hacer y para un niño que se lo cuestionaba todo, no había tiempo, por lo que abandonar cualquier cosa de la que no se pudiera obtener algo, era común denominador. A veces regresa en sueños, flashbacks o meros recordatorios la imagen de Ziggy Stardust en la portada de uno de los álbumes en un lugar del cual muchos años después, volví a ver obteniendo un dejavú con ciertas familiaridades. Cuando se es adolescente (sí, se adolece de todo). Me atrapaban ideales ingenuos y otras tantas inquietudes que me permitieron explorar las superficies de lo ordinario evitando así, lo extraordinario.

Hacia finales de los 80's, regresó en Laberinto y, evidentemente, capturó nuevamente el interés perdido. No fue tan complejo en ese momento encontrarle, ya existía literatura "a la mano" y, aunque pocos, había lugares en dónde buscar.

El intentar torpemente comprenderlo fue muy complejo y hasta ahora sigue representando un importante misterio que creo y por ello, renuncié a entender las cosas que derivan de la energía que la gente libera. Era confuso y desolador saber que todo el universo sigue las reglas de la interpretación humana y en el sentido de velar por las que en un supuesto obedecen al respeto, armonía, y convivencia que tenemos, el resultado ha sido decepcionante y un representativo fracaso. Abrumado y conmocionado, encontré escape en el Trópico de Cáncer, el mismo que me llevo al de Capricornio, a Plexus, y este a Nexus, y después de un poco de confusión en el orden. me he reservado Sexus.

Jamás he visto con tanta admiración a nadie como a Henry Miller (era un genio), y en el mismo sentido pero por otro lado, cómo no sentir el dardo tormentoso del deseo en todas sus formas por Anaïs. Se puede decir que soy un romántico por ello, pero lo negaría rotundamente. Indiscutiblemente no repito ni estrategias ni comportamientos cuando se trata de halagar a alguien, sea un niño, adolescente, o adulto. A lo más puedo utilizar ligeros detalles de los presentes que di en las accidentadísimas intentonas por emparentar. Y es que, para el mundo minúsculo y ordinario, ofrecer algo, representa una constante que no termina nunca y se repite perpetuamente regalando torpemente y sin entender el propósito que habita en la flor que alguien más cortó o siguiendo el irremediable compendio de comunes que a la fecha, suman ya variados y trillados universos. Por igual y sin miramientos o compromisos, ofrezco. 

La primera carta, que deslicé por una carcomida puerta fue para Guadalupe, en la primaria. Inocencia pura. Suponía, porque lo vi en algún lugar, que una manera digna de enterar a una mujer de tus intenciones, era primero enviándolas por escrito. No sé si la leyó. Algo que supone un misterio que si no digno de enterrar sí de recordar ya con gracia y la tranquilidad que mi familia le robó a la inocencia de un tímido y atormentado preadolescente que sufrió en toda reunión familiar con sorna y tirria, mi audacia. Aún y a la fecha, sigue siendo un misterio el saber, cómo se enteraron de mis tiernos amoríos.

Me queda claro algo: Ya no se necesita una carta escrita, un un correo electrónico y menos una llamada telefónica, ahora todo es por mensajería instantánea o mensajes push-pull. Y esperar por la huraña réplica que ya representa sacrificios humanos, es absurdo. Entrar en los detalles propios de la mecánica instantánea de las comunicaciones o lo que representan sus bastas vicisitudes y las capas de ése núcleo informativo es peligroso; No se puede justificar su uso en nombre de la manoseadísima comunicación, quien lo haga es un perverso mentiroso. Si lo vemos objetivamente tenemos, un muestrario de detalles que permiten seccionar, clasificar, catalogar y categorizar perfiles en un catálogo. Seámos libres.

Lourdes. A la fecha su nombre me sigue tambaleando. Jamás le hice un regalo. Pero siempre estuve buscando la oportunidad que nunca llegó para entregarle el LP de Metallica, Master of Puppets, aspirando así, a que me invitará a casa a escucharlo juntos. Éste aunque no lo escuché nunca con Moises, mi mejor amigo de la secundaria y único confidente, sí lo conocíamos y escuchábamos cada quien por su lado. Solo él, comprendía el profundísimo, real, honesto y bien intencionado interés que le tuve. En ese tiempo entendía y me quedaba clarísimo que no funcionaría una relación que, por las características de ésa, la inmadurez y cualesquier pretexto más que válido, se lograra concretar hasta el fin de nuestras existencias ésa relación. Por lo que le pedía al destino, al éter, el agua y al aceite; a la luz y oscuridad, al sol y la luna, en febrero, abril o julio, que me reencontrará con ella en el futuro. Futuro que ya pasó. Nos encontramos incidentalmente hace 4 años aproximadamente y nos descubrimos como perfectísimos desconocidos que habían cambiado en los últimos 30 años. Con todo el nerviosismo mutuo del mundo tuvimos un momento, tan perfecto que coincidimos en que fue el accidente más notorio, tierno y catalizador que nos ocurriera en 30 años. Ésto, más que devastador, fijó en el ideario de ambos, más en el mío, la tranquilidad que le sigue a una incertidumbre ya olvidada. No platicamos de otra cosa que no fueran ligeras anécdotas de secundaria. No nos pedimos, porque no lo necesitábamos, ningún tipo de dato. Y, aunque no haya representado en sí una relación que cumpliera con las etapas y caracterìsticas legìtimas de una, fue, ha sido y es, lo màs hermoso que he vivido.

Me queda claro algo: Con el tiempo, el vino de guarda madura impecablemente los matices y sus memorias. Las fragancias se intensifican. El efecto que ocasiona es bien placentero. El cambio más que inevitable, es necesario y, la fascinación que se le puede tener a algo o alguien, perdura y se queda, en el momento mismo en el que salimos a la calle a realizar el vuelo a las estrellas y nos vamos andando sin prisa ni temor por el tiempo.

A pesar de ser un vago siempre he tenido fija la mirada en ciertos objetivos. Hay quien quiere sacrificarlo todo por válidos pero obscenos intereses, los míos, tenues y sencillos como sembrar plantas o levantarme al día siguiente para ir por café y disfrutar de las caminatas, merecen el tiempo que les invierto; aunque sea muy superficial al momento de no impedirme ni negarme los placeres de pequeños caprichos y ciertos vicios, creo que no me lo podría reprochar por muy incongruente que sea. Cuando conocí a Jatzel ya era un vago bien hecho. Jatzel. Sí, la locura. Con ella experimenté los vuelcos sincopados y arrítmicos en el pecho. A ella, sí, le regalaba las flores que otras personas cortaban. No entendía la función vital del color de un pétalo, el dulce néctar que destilan en la época en la que las especies invitan a entenderse en el curioso arte de la perpetuidad, del polen o de sembrar en otoño, invierno o primavera. Le gustaban los Pixies, Bowie, Dead Can Dance, Human Drama y al igual que a mí, las Gerveras. Era un poco oscura, aunque también le atoraba a la Cumbia. Ella, con todo el control que una mujer tiene por extrañas, o conocidas razones, me tomaba de la mano y caminábamos juntos en los pasillos o en Cuernavaca y ocurría que un Caprice se escuchaba en todo momento. Los eclipses sucedían a cada parpadeo. La luz era doblada por colosales gravedades. Las fragancias, dulces y tenues, cobraban un acénto fuerte, floral y ligeramente ácido. Todos los sonidos que conocía o había escuchado, armonizaban en frecuencia a la nota fundamental. Todo esto lo atribuía al aura reflectíva, magnética y a la tremenda habilidad que poseía por embellecerlo todo. El 18 de junio de 1998 fue la última vez que nos vimos. Vestía una elegante blusa blanca con estampados negros y amarillos, su cabellera ondulada brillaba. Jatzel siempre lograba cambiar mi punto de vista, que generalemente era erroneo, con los elementos que una pareja usa cuando existe un laso que representa confianza. Nunca le toqué una chichi y besos jamás hubo. Y aunque ambos "queríamos", existía un entorno con sus muy representativos elementos. No pasó mucho y comenzó a salir con Erik. Un perfecto badulaque. Las historias son contadas por los vencedores. No conozco la versión oficial de ésta; es mu probable que no exista y ante el evidente panorama, es mucho más sencillo atribuir con toda justificación que el despectivo comentario solo obedece a un patrón de comportamiento centrado en la frustrante realidad que significa perder algo importante.

Me queda claro algo: A pesar que cualquier badulaque en apariencia tenga ventaja, más allá de ello, existen lasos que merecen su tiempo en el que se presentan; representan algo necesario por lo que se tiene que vivirlos y que regresar a un parque en el centro de Cuernavaca a recordar la manera en la que un baile en un domingo de verano a finales de los noventa, tuvo todo el sentido que tenga la forma tan irracional en la que me percibía en ella, a través del tiempo, los lugares y las personas. Almost Blue. Decir que fue perfecto es entender que siempre quedan un poco de bríos para aferrarse a una verdad tan gastada y obsoleta, que da en verdad ternura creer que dolió. Me conforta el no haberla buscado y en saber que no soy el culpable que arruinó su vida. Éso, eso representa verdadera tranquilidad y no la que la efímera paz que los principios económicos pretende bajo ningún supuesto.

Tuve un viaje astral en el 2000. Intentaba dormir en el Hotel donde trabajaba; los socios ya querían tener listo el programa que le compraron al badulaque de ventas que en el mismo cierre, bajó Sol, Luna, estrellas y calzones al mismo tiempo. Se los empinó. Nosotros teníamos la responsabilidad de cumplir con el objetivo de hacerlo posible en tiempo record. Íbamos bien, o por lo menos eso yo creía. Mi base de datos estaba lista desde la primera semana del acuerdo. Las vistas, formularios y comunicaciones, no. Siempre me ha fastidiado leer el código que alguien más "tiró". Cada quien escribe muy a su manera y con ritmo, sintaxis y creatividad propios. Después de dos días de codificar, caí. El Ing. Felipe, tomaba unas pastillas para evitar el sueño. Él tenía que darle forma y cuerpo al monstruo. Después de una semana de turnarnos como locos programando, terminamos el sistema. Era funcional y tenia bugs que te permitían hacer Inyección SQL. Han pasado 23 años, y aún siento la pasión como cuando ensamble mi primer equipo. Dejé ese empleo y me fui de viaje dos años vagando y disipando dudas en cualquier región o ranchería. en el 2005, regrese a clase e hice algo de matemáticas y otras cosas en las que invertía mi tiempo y ocio. Ser paciente reditúa. A la fecha no supe nunca nada de ella. Se la ha tragado la tierra. Hace algunos años, me encontré con un excompañero, con el que he coincidido en dos ocasiones. Me dijo que se encontraron en una plaza; que Jatzel dirigía una agencia de modelos en Lindavista y que fue muy insistente en preguntar por mí. No me lo creí.

Me queda claro algo: 25 años pasan velozmente. Te permiten tener perspectiva y corroboras las hipótesis del pasado y confirmas que seguir tu instinto con base en tu observación, es el mejor mecanismo para sobrevivir y evitar a toda la fauna compulsiva del universo. aunque a veces sea más que valido, tomar la curva a 200km/h.

Let's Dance.
Put on your red shoes and dance the blues.
And dance the passion of dead lovers.
And dance loveless songs.
And... dance witouth rhythm
Just dance, because We can be heroes just for one day.

Tuvo que ser Bowie
William Calavera 11 mayo, 2023
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