Un poco tarde
Cuando los Cuervos llegan tarde

No imaginaba que en la presentación de un disco grabado hace más de 20 años, llegara a encontrarme a alguien que usara el mismo lenguaje que he usado, pero que abandoné por considerarlo aburrido, arcaíco y sólo útil para cierto tipo de personas. Tampoco, que se acercará de la misma manera en la que me suelo acercar cuando algo o alguien meramente representativo, se presenta.

Conectar con alguien siempre representará una extraordinaria aventura. Disfruté mucho los últimos dos temas de la velada que, curiosamente, canté a su lado. A esas alturas de la noche ya estábamos un poco ebrios los dos. Sólo un poco. Después de varios comentarios diversos, y de estar de acuerdo en los estados lìmite, fuimos a la barra. Pedí otras tres cervezas por el mero reflejo de la costumbre y un poco por lo que la experiencia me ha dejado (sólo agradecí el halago del gesto, de la única manera en la que sé agradecer) le di una, guarde otra en la bolsa de la chamarra y abrí la mía. No fue accidente cuando alguien más se incorporo y la presenté comentando: "Anabel, nos casamos el martes", ella, era de esperarse, inmediatamente y asaltada por esa experiencia propia de una mujer solitaria, recalcó que estaba enamorada, no de mí. Fincó el espectacular alto que le indica a cualquier ingenuo vanidoso y vagabundo, que no debe de continuar en esa línea absurda de comentarios ni intentos. Algo que, no buscaba pero que, usé con el propósito bien definido de enterarme del por qué de la noche en ese lugar, a esa hora y con esos sonidos.

Ni negar que la espectacularidad de la noche, ni del acercamiento tan espontáneo que tuvo me llamó. Cantamos un poco más. Bebimos otro poco. Nada se asemejaba a lo vivido. Era diferente. Muy diferente, y, en ésta y todas las épocas, jamás ocurrió. Su acercamiento fue legítimo. Tan legítimo, que nos sentimos con la confianza necesaria para acentuar esas complicidades que no van más allá de una barra y que representan por sí solas, un grupo pequeño y bien definido de las acciones que la hermandad heredada conoce. La misma que te orilla a buscar a alguien porque sabes que comulgan en cualquier dominio en el que te atrevas a vagar sin chaleco antibalas. Tampoco lo necesitaba. Mis disparos iban al aire y solo buscaban el objetivo de cortarlo. También sé, que no puedes simplemente ser amigo de una mujer hermosa y tampoco de una voluptuosa. Me conozco. Las mujeres hermosas, como Anabel, atraen riesgos que ya no corro no por el temor que implican las emociones de primer grado y que ya evito o si quiera me atrevo a recordar. Es algo que va más allá de la tangente que quiere salir de lo que se establece como relación.

¿Será que, busco directamente la ruptura que ocasionan las noches efímeras? ¿Busco fingir que me gustan los aeropuertos y volar por la hipotética rapidez del traslado? Es lo mismo que intentar buscar premios en las cajas de cereal. Sé, de buena fuente que, los principios que rigen la compañía duradera, no son los mismos que predico y tampoco creo que exista algo que se asemeje a la justicia de merecer algo importante por el hecho de la rectitud, el compromiso, la efectividad o la moral subjetiva de los actos. Es, como me digo todo el tiempo: "Multifactorial, Caótico y muy Complejo". Sé, como buen escapista, cuándo tienes que salir de la camisa de fuerza y del estanque librándote de los grilletes que te impiden la movilidad que tiene tu tiempo, tu vida y la compañía. Nunca me ha gustado el arrastrar a alguien a ninguna parte. Sólo sé a dónde quiero ir y qué lugar evitar. Saber qué es lo que se quiere, y lo que no, requiere entender por qué se está en dónde se duerme y si se duerme placida, cómoda y tranquilamente, entonces algo raro e incongruente está ocurriendo, porque esa no es la tendencia que rige las vidas de una masa que pide a gritos auxilio. Me causa una sospecha profunda y bien fundada el sorprenderlos, mintiéndome. Sus motivos tienen. Yo tengo los míos para entenderlos sin sacrificar la empatía ante todo ese arsenal de mentiras pésimamente fabricadas, mal contadas, exageradas, fabricadas al chilazo y que no exijo o pido, mismas que, he usado reflectivamente y que me sirven para entender más la trayectoria de una bala que apunta al éter de cualquier verdad bien deteriorada. La respuesta es sencilla, se miente porque se busca ocultar algo que, está en sentido opuesto a la dirección hacia la que voy y porque se estima que se gana terreno y tiempo, mintiendo. Es tierno el error cuando efectivamente la circunstancia de cualquier ciclo no lo permite. Es enfermizo, ante el egoísmo, la alevosía y la ventaja.

Sólo poseo una verdad, misma que me acompañaba todo el tiempo. Era como la sombra. Dejé de evitarla y cuando se presentan circunstancias esporádicas en momentos de oportuna decisión, no se manifiesta. Sé el por qué. Se convirtió tanto en mi realidad que se ha disipado y ahora es un simbionte que, felinamente, es indiferente y me recuerda lo que sigo siendo. Las mentiras, prefiero decirlas a la tira. Es tan sano que ahora prefiero entablar cómicos soliloquios en los que me cuestiono los comportamientos y las pésimas decisiones que tomo cuando ocurre que la cagas por la inacción de tus actos o la efectividad de tus pensamientos porque la tendencia se convierte en una jugarreta digna de castigo y juicio. Ve, escucha y siente. Me lo repito constantemente, porque entiendo que no se detiene el aprendizaje no tanto del exterior, por el contrario, se aprende del ciclo y de las torpes consecuencias que arrastran las emociones que estimula ferozmente la dopamina. Y es que, a qué negar que se siente igual o peor y en el mismo sentido cuando ocurrió por primera vez que conocimos el sabor dulzón y paradisíaco de un espasmo momentáneo y que en un va y ven, se convirtió instantáneamente en un colapso sistémico que efectivamente te lleva derechito a la ruptura. Jamás le agradeceré la manera tan absurda por negar la fuerza natural con la que se dibujan las elípticas en traslación de cualquier objeto que pueda rotar sobre su propio eje. Tampoco ofreceré una oportunidad válida, no tanto por capricho, justicia y menos porque pueda algo o alguien valer un poco la pena: ni ella ni yo, tuvimos ni tiempo, ni disposición genuina. Solo, fuimos dos eventos que tenían que coincidir y que ocurrieron demasiado tarde.

Foto: Marek Piwnicki

 
 


Un poco tarde
William Calavera 27 mayo, 2023
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