Tokio
Ya no nos quiere

... Hay una canción que se llama Mi corazón estúpido, que dice: Hay una línea entre el amor y la fascinación.
Ray Loriga

Otra nota graciosa de ésta rarísima época.

Me resulta genuino y muy gratificante ver el sano entendimiento de dos personas en esa dinámica en la que solo a ellas puede interesarles la no estricta dicotomía que existe entre sol y luna. No me resulta desconocido. Reconozco ese lenguaje y supongo que para alcanzar, lo que en apariencia es un nivel de confianza sólido y completo, tendría que modificar algunos parámetros de sensible consistencia. No me lo digo en mala lid. Claro que me llevo fantástico si no es que de maravilla con el universo, pero, cuando se trata de entenderse con las personas, que se encuentran dentro de éste universo, se convierte todo aquello, en una gran espiral de confusión, en efecto, no sé, ni imagino, por qué ocurre. Eso es algo a lo que no se le puede culpar a nada ni a nadie; supongo que los mecanismos internos en inesperadas condiciones son gobernados por los hilos invisibles de lo desconocido: el cuerpo quiere, legítimamente quiere, la razón, que se fragua en la mente, lo evita; el corazón, dilata las coronarias, expande su fibrosa consistencia y los vuelcos son inevitables. El sistema entra en caos. Dan unas ganas enormes por orinar, las paredes intestinales supuran mil cosas que ocasionan malestares. Hay flatulencias. Transpiras los grandes logros de la humanidad y nada que importa. el cuerpo entero se complotea, y tú, sí tú, entras en pánico porque pierdes el control que creías tener pero que, curiosamente, nunca has experimentado. Pasas de todo y para todos. Te queda un espasmo, gotículas de sudor frío en el rostro y un pulso, ligeramente acelerado, que pareciera jamás frenará el ritmo. Se  termina decidiendo, absolutamente en sentido opuesto a la razón, la cordura, el buen juicio y el entendimiento y la buena forma.

La confianza inmediata se da por pocos motivos: o se es un completísimo ingenuo, se es cómplice o se busca complicidad en los mismos términos que las fechorías y las buenas causas buscan; se vive condenado por la existencia de un laso cósmico indestructible, se podría haber pactado un acuerdo; pudo ser reunida por el accidente de lo colosal, de lo inesperado, lo cómico, lo casual, lo escrito, hasta lo que se encuentra destinado a ocurrir, o por el coincidir líneal, ortogonal, perpendicular y retrogrado de los astros, o por que se es todo corazón y cabalmente honorable. Cualquiera que sea la razón, válida o no, representa por sí sola un referente y quien no lo tenga, está condenado a ser señalado por la casi nunca buena referencia de los conocidos o quines creen que te conocen. Y en un mundo plagado de visceralidades saber ésto da ventajas. Aunque no lo parezca, todo ser vivo es sinónimo de confianza tanto para los de su progenie, sus congéneres y para otras especies con las que cohabite.

Conectar, conectarse o entablar una conexión, que en apariencia es sencillo, puede representar todo un reto y aunque se logra no tanto porque se quiera sino porque los canales son bidireccionales y tienen disposición y diseño, con todo ello, se evita. Los sentidos son eso: mecanismos que evolutivamente se adaptaron para el intercambio de información. El Ácido desoxirribonucleico, sólo permite la entrada de información dependiendo de la llave que sea activada o usada. Sí, la cerradura biunívoca que la naturaleza nos ofrece como ejemplar mecanismo de confianza. Qué tremendamente perfecto. En apariencia y con base en ésta ligera analogía, para una, digámosle entidad, para una entidad con capacidades racionales, no debería representar un problema significativo, ni mayor, el lograr la comunicación. Curiosamente, es compleja y no se da en la mayoría de los casos. Y es que en un mundo de limitantes los obstáculos son el aire que respiramos. Los obstáculos naturales no se discuten, pero la condición humana es la que representa una de las peores barreras. No hay nada peor que un obstáculo que se gesta en los centros mismos del pensamiento egoísta de algunas si no es que todas las personas en las que el común denominador es el mismo; o peor aún: no existe nada más devastador y negativo que la barrera que nace desde el interior de nuestros pensamientos. Afortunadamente no pretendo explorar las aristas traumáticas de los grupos étnicos ni de realizar estudios sociológicos citadinos. Siendo objetivos, tanto confianza, comunicación y relación, son temas que se tienen que tocar siempre y a los que no se les debe evitar y en los que se tiene uno que involucrar hasta agotar esfuerzos, o hasta que se demuestre lo contrario... O hasta que la convicción nos lleve a la tumba.

Salgo imaginando que las cosas van bien y siniestramente marchan bien. Me veo al espejo, me sorprende verme diferente. Un animal como yo, no percibe los cambios, hasta después de diez años. En ciertos momentos, los cambios se vuelven un espectáculo digno de drama. En otros, son un cambio realmente liberador y en la mayoría, cómicos. Salvajes.

Siempre he creído que sólo existen dos certezas que dan una felicidad tan genuina, que el solo imaginarlo me hace llorar con legítimo impulso:

  • La certeza terminal
  • Y la certeza que da la confianza cuando ya no existe el temor de cometer un error en datos, fechas, comentarios, exposiciones, atrevimientos y cualesquier declaración o comportamiento que te impida ser la persona que eres en las soledades o en las compañías.

Tener ambas es siempre posible el cómo, cuándo, dónde y con quién. Es el misterio.

Tokio
William Calavera 23 febrero, 2023
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