Red red wine
Exageraciones comunes de dos personas que acostumbran embriagarse solas.

En los mejores momentos se está solo.

La costumbre siempre es un atentado y está en nuestra contra.

A qué negar que prefiero las sombras y la lambisconería de los meseros de éste lugar que cualquier bebedero estridente, mal iluminado y caótico.

A mí izquierda una pareja, aunque agradable, aburrida, toca temas que afortunadamente no escucho. Por la forma y movimientos entiendo que él habla con estéril grandilocuencia a cerca de las mecánicas que en la vida se manifiestan con ese simbolismo que nos permite entender la dinámica diaria como la conocemos. Un badulaque que no dudo y tampoco dista, de ser un pobre mentiroso. Sí, identifico la mentira por los detalles que se escapan consciente e inconscientemente, por aproximación y por lo evidente.

Ella, se ve aburrida.

En otra mesa, una mujer preciosísima, presta eterna atención a quien le acompaña, que más allá de apariencias, saben manejar, con dominio experimentado la confianza, que es mutua, el discurso y el cortejo. No merecen comentario alguno por el grandioso detalle de que no fingen con el cuerpo y se comunican con transparencia y legítima atención. Se puede tener conciencia o no del querer ajeno, respetarlo y entenderlo con naturalidad o simplemente ignorarlo, estos dos, entienden y lo saben.

En la mesa central, una pareja ya entrada en años y otra de, creo veinteañeros, cuasi treintañeros, comparten. La que, por ella, la cuasi treintañera, se gasta mi energía y se centra mi atención.

Él, en silla de ruedas, es alto y estila toda una vida de experiencia, tiene movilidad en la pierna izquierda, que aunque delgada es móvil. La derecha, robusta y enérgica, está estática.

Ella, el delta de las riveras en venus, el paraíso que emana de mis ensoñaciones, de tetas comprometidas por la gravedad atmosférica, tiene la pinta de una adolescente. Sus tetas, el deleite de cualquier lactante, delatan varios años de maternidad. De órbitas depresivas y mandíbula fina te orilla a las nostalgias.

Sus acompañantes simplemente son diversos, comunes y arrogantes. La gente efímera realmente, no luce.

Me entretiene ver el dinamismo común y espontáneo de los actos. Me apasiona la naturalidad y congruencia corporal de esos animales que en verdad entienden el misterio de las cosas y el principio natural del instinto de la especie, sin juzgar. 

Pienso esto, el móvil suena desesperado o así lo percibo. Es la Quiroga. Hacía mucho que no sabíamos nada del otro. hace tanto que nos quedaron claras las cosas trascendentales, las elementales, sencillamente jamás fueron de nuestro interés, aunque recurrimos a ellas por la necesidad de quemar el ocio y el tiempo en algo. Hacía mucho que los pensamientos que las soledades detonan, no nos empujaban a recordarnos y menos a buscarnos. Esto es algo que nos gusta y ha ocurrido desde que nos conocemos; ella, me comentó que no recordaba si la fecha en la que nací era en septiembre u octubre y que dudaba que fuera en primero o veintiocho, sospeché un poco de su argumento, pero, a santo de qué usar la hipótesis de una mentira tan elaborada cuando ni ella ni yo, jamás tuvimos nada qué perder y menos qué ganar. Éste detalle me dejó ver la claridad de la intención. Siempre fuimos conscientes en que fechas, presentes o festejos no nos eran importantes. Éste encuentro, se dio por una fecha de Octubre que a mí dejó de interesarme. Y aunque recuerde el día exacto en que nació, nunca lo manifiesto y menos lo comunico. Sé qué color prefiere, la fragancia, el tipo de flor y que se mantiene siempre en constante movimiento. Le encanta el licor del 43 con agua mineral y evita emborracharse pero consume tantas benzodiacepinas como la tristeza se lo permite. 

Siempre ordeno un mezcal para ella que jamás bebe, el mismo, que se queda en el olvido.

Nos dio gusto vernos. Y de la misma forma en la que lo extraño se apodera de la atención, comprendes y se vislumbra todo aquello que sospechas. Esta vez no platicamos mucho, solo comimos copiosamente. No terminamos nuestros platos. Fingimos alarmantemente un poco. Conscientes de ello, nos despedimos con la certeza de que los silencios tan pausados, nos llevarían a preguntas fuera del orden que históricamente fuimos estableciendo como regla no escrita, motivo por el que entendimos que era momento de despedirnos.

Sé que ella entristece cuando nos damos la espalda y me irrita que use delicadamente y a su favor la condescendencia. Quizá es por lo mismo que no tolero ni me centro en las compañías que no necesitamos pero que ayudan un poco a darle claridad a lo que en verdad somos.

Cuando nos conocimos, sólo buscábamos a alguien que nos permitiera liberar la tensión que la vida sin coitos acumula sin la refractaria consecuencia de los compromisos. Ella, era toda una promesa para lograrlo. En lugar de visitar hoteles, quedar en su casa o la mía. Fuimos descubriendo que solo bastaba vagar y quedar en el sanborns de las torres, toks, mundo e o los dorados, no necesitábamos nada que no fuera estar cerca y experimentar la compañía, tan solo unos minutos y platicar de todo lo que platicábamos sin el temor de que equivocarse, hacer bromas infantiles o estúpidas, no sería sinónimo de reprobación, señalamiento o a caso el reflejo de algún prejuicio traumático y que nuestros actos, no serian juzgados y menos elogiados por muy grises o azules que pudieran ser. En verdad amamos la tranquilidad que nos permite el privilegio del respeto con el que nos comunicamos... Aunque mentimos por lo práctico que resulta no dar explicaciones que no son necesarias.

Desafortunadamente, entre el agua y el aceite, entre la noche y el día, entre el el delta inicial y el delta final, jamás existirá un punto en el que se llegue a lo ideal... siempre serán aproximaciones que tienden a encontrar un punto que se aleja o acerca sin tocar nunca lo que buscas

Hace ya mucho comprendimos algo importante: respetamos la confianza. Ni ella ni yo utilizamos ningún argumento que nos pusiera en ventaja o en conflicto. Lo entendemos y nos hemos mostrado siempre como a los extraños a los que se puede confiar que te disparen una flecha intentando dar en una manzana que ya hace encima de tu cabeza. Jamás ella me ha exigido nada (es sólo cuestión de tiempo), yo, sólo le hago preguntas que incitan al odio sin esperar una respuesta por muy absurda que sea (es sólo cuestión de tiempo). No le he pedido nunca nada que pudiera ofender y menos halagar, incluso, el deseo que por educación y respeto se le tiene que pedir a alguien a quien le tienes la confianza de una ruleta rusa (es sólo cuestión de tiempo). Evito leerla. Evito ver los detalles que destila por los poros y que nos delatan siempre. Sí, de la misma manera en la que veo el descuido y lo bien intencionado de los detalles, yo los dejo escapar ofreciendo ventajas. Por ello, prefiero la honestidad de anticiparme siéndome congruente y evitando la mentiras que no sé acumular. No hay mejor ventaja que la que ofreces a quien no la necesita y menos merece.

Pero... Esto es sólo el límite que determina estadísticamente cuando equis tiende dramáticamente a zero.

02/15/18

Red red wine
William Calavera 6 julio, 2023
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