Jorge es un buen tipo.

Me recuerda como al cliente de la mesa cuatro.
Hay gente que merece mi atención, toda mi atención.
Él la merece.

Una mujer ocupa mi lugar.

Como todo animal que marca su territorio, yo, lo he marcado bajo el indiscutible principio de la frecuencia.
Ella, tiene una voz dulce. Acentúa las palabras. Su acompañante, bien pacato, le habla de la mecánica del amor, de malas decisiones y hasta del ritmo que en el fútbol existe. Todo es ritmo. Astronómico tedio.
Imagino que si yo estuviera en el lugar de ese tipo, le daría una tristeza de cotas similares a las que ella ahora está expuesta.

He olvidado acercarme, asechar y saborear la yugular de una mujer. Inmediatamente mi lógica se dispara: una mitocondria, el núcleo, el kernel complejo y útil de Linux, el de Solaris o UNIX; la simpleza de Debian: apt-get update. Las cartas de Anaïs Nin a Henry Miller, las de Miller a Nin. Mis correos indescifrables a Marialina...

Es un buen momento.

El momento en el que los animales se aparean sin la intención de perpetuar. Septiembre y Octubre, son meses idóneos para nacer por su luna. Noviembre, Diciembre y Enero, para morir, por su renovada y alarmante fertilidad. Marzo es una ilusión.

Los músicos se van. Siempre se van. Conscientes de que la voz se aleja y que el tiempo nos obliga a entender que la noche tiene fin y principio.

Grave tragedia.

Ahora la música es ambiental. Una compilación popular. Trágicamente popular. Jorge regresa, me pregunta si todo está bien o necesito otro trago. "Sí, continuar" le digo. Se hace pendejo y pone cara de malentendido. Mi cuenta, le digo poseído por el rencor que causa la fraternidad fingida y obligada.

...

Jamás creas en los buenos tipos, ni porque te sirvan los mejores tragos.